sábado, 27 de junio de 2009

TOKYO (2)

Jueves, 21 mayo.

Después de comer en el barrio de Asakusa, dejamos atrás el Tokyo más tradicional y nos sumergimos en la faceta más moderna de la urbe. Masa nos lleva hasta el distrito centro. Allí visitamos el edificio Sony, un centro de exposición donde se pueden ver (y probar) las novedades del gigante tecnológico, algunas de las cuales aún no han salido al mercado. Me parece una visita curiosa puesto que supone un claro ejemplo de cómo intentan "barrer para casa"; por supuesto no es un lugar que yo hubiera incluido en mi lista de imprescindibles (excepto que se diera el caso de "pasaba por aquí") de modo que lo interpreto como una forma de mostrar la grandeza de la industria nipona tratando de "enganchar" al visitante convenciéndole de la magnifica calidad de sus productos. De todas formas me gusta la idea. ¿Por qué no? Es indudable la importancia de Sony en el mundo empresarial. Quizás no fuera esa la intención. En realidad, me da lo mismo.

Paseamos hasta el Foro Internacional de Tokyo, un moderno centro de convenciones acristalado de forma lenticular construido por el uruguayo Rafael Viñoly. Su proyecto fue elegido entre más de 400 en lo que fue el 1º concurso de arquitectura internacional en Japón, en 1989.
Como ya he comentado en alguna ocasión, las vías del tren están pegadas a los edificios, tal y como se aprecia en la foto.


Fotografía: zstudioarchitects.com


El interior del foro es luminoso y su sistema de viguería asemeja un enorme esqueleto. Me siento como Jonás en el interior de la ballena.
Con mi afición por la arquitectura creo que aquí podré disfrutar de unos cuantos edificios interesantes.

Masa ha llamado al hotel y le han confirmado que acaba de llegar nuestro equipaje, así que ya podemos respirar tranquilos. Y aquí termina nuestra visita guiada: ha sido un placer contar con un cicerone tan profesional y agradable.
Nos despedimos de Masa y continuamos la marcha por nuestra cuenta.

Más pantallas. Les encantan, y cuanto más grandes, mejor. Al fin y al cabo estamos en el país del consumismo por excelencia. Cualquier lugar y sistema es perfecto para anunciar lo que sea. Todo vale.
Neones y más carteles publicitarios. Ampliando la imagen se aprecia mejor el enorme reloj Casio en lo alto del edificio marcando las horas. Curioso, ¿no?



En nuestro camino nos encontramos varias koban, las "cabinas" de la policía. A menudo minúsculas, no más de 3 o 4 policías cuya principal función es atender al ciudadano perdido. Todas ellas tienen callejeros de la ciudad porque moverse por Tokyo en busca de una dirección es misión imposible. Edificio Sony: 5-3-1 Ginza, Chuo-ku. Ningún nativo será capaz de indicarte dónde está a menos que lo conozca. La numeración hace referencia al distrito, al barrio y al bloque, porque los portales no están numerados.


Su cometido y poco más. De hecho, la policía tokiota tiene fama. Es decir, mala fama. Se les considera un poco ineptos, algo que me llamó muchísimo la atención teniendo en cuenta lo meticulosos y perfeccionistas que son los japoneses en su trabajo.
Una muestra de ello son los boutiques tan bonitas y los escaparates tan cuidados y originales que uno se va encontrando de tanto en tanto. No pude reprimir mis ansias fotográficas cuando me topé con éste, decorado con esas preciosas Blythe. Mira que les gustan los muñecos; primero los Virkikis del restaurante y ahora ésto.


La madre patria también ha encontrado un huequito en las calles de Ginza (y en las de 3 o 4 más, porque en total me "topé" con 4 tiendas Zara a lo largo de nuestras visitas por Tokyo). Don Amancio apunta alto, a la vista de este impresionante edificio enterito para él. No deja de resultar curioso.

Lo más fascinante es que se trata de un país de contrastes, donde lo mismo te encuentras una chica vestida de lolita gótica en una esquina que un monje budista en la de enfrente, pidiendo limosna.


Y antes de regresar al hotel unos minutos de paseo por el Bic Camera. Germán quiere comprar objetivos para la cámara nueva, así que toca comparativa de precios.
Las tiendas de electrónica son muy diferentes a las españolas. Hay tanto material para elegir que el despliegue de expositores es abrumador, ya que para un artículo existen decenas de modelos en distintos tamaños y colores. Cada planta está llena de expositores en pasillos estrechos (nada de espacios amplios como en nuestros centros comerciales) con etiquetas explicativas, precios, carteles publicitarios... que suponen una verdadera saturación visual. Y si a todo eso le sumas uno o varios dependientes vociferando para atraer a los clientes, proclamando las maravillas de tal o cual promoción acompañados por la música, te parece estar definitivamente en Marte.
Lo mismo te los encuentras en la puerta de las tiendas como reclamo para el comprador, con la musiquilla de fondo, a veces con el megáfono en la mano. Parece un mercado asiático de cualquier parte del mundo menos de Japón. Curioso, cuando después te encuentras el contrapunto en el metro de un viajero que se tapa la boca para hablar por el móvil sin molestar al de al lado. Contradicción pura.


Algo que me llama enormemente la atención es que en Tokyo hay vida bajo tierra y en las alturas. Acostumbrada a restaurantes y comercios "a pie de calle", se me hace raro ver una oferta tan exageradamente extensa (proporcional al nº de habitantes, claro está) de tiendas que ni siquiera se ven. Están en las plantas altas de los edificios (de ahí la profusión de carteles y neones avisando que en la 3º planta hay un café y en la 7º una peluquería canina) y en los bajos de las enormes estaciones de tren.
Y la especialización. Me encanta. Hay muchas tiendas especializadas, formadas por varias plantas (incluso 7 u 8, normalmente con 1 o 2 en el sótano). A veces ocupan un edificio pequeño, otras, varias plantas de un rascacielos, mientras por encima de ellas continúan las oficinas, hoteles y apartamentos. La mayoría de los grandes almacenes cuentan con 1-2 plantas con restaurantes y tiendas de alimentación. Y con pastelerías, por supuesto. En mi vida he visto una ciudad con más pastelerías que Tokyo.


Opino que es una ciudad muy cómoda para vivir (no desde el punto de vista sociológico; por supuesto, eso es otro cantar) sino desde el punto de vista de servicios al ciudadano: hay baños públicos por todas partes (y limpios), incluso en algunas tiendas y estaciones de metro. Hay máquinas dispensadoras de bebidas frías (y calientes) casi en cada esquina, lo que significa que tienes la hidratación asegurada a cualquier hora del día o de la noche. Hay taquillas para equipajes o bolsas en todas las estaciones de metro (no sólo en las de tren), a veces cientos de ellas, dependiendo de la importancia de la estación y sus dimensiones. Un lujo para "abandonar" las compras o los bultos que incordian mientras paseas o terminas tus gestiones. Cuando llueve aparecen como por arte de magia expositores de venta de paraguas en casi todos los comercios, así como "taquillas" para dejar tu paraguas mientras paseas por el centro comercial o subes a trabajar a la oficina con un bulto menos.
Supongo que están todos convenientemente guardados en los almacenes porque tienen ruedas; listos para hacer acto de presencia en cuanto cae la primera gota. Tanto para paraguas como para sombrillas, porque hay decenas de japonesas protegiéndose del sol por las calles.
En algunos restaurantes (en el de los Virkikis, por ejemplo) ante la proximidad de las mesas y las estrecheces de los pasos comunes (esto es Japón) te ofrecen unos cestos para dejar bolsos, mochilas, compras o abrigos, bien para colocar debajo de la silla o en el espacio entre mesa y mesa y así mantener despejados los respaldos de las sillas facilitando el paso.
Y las calles están marcadas con "tiras" en relieve pintadas en amarillo: son guías para invidentes o deficientes visuales.
En fin, que son sólo algunos de los ejemplos de cómo facilitar un poco el día a día en esta colmena humana.
El resto de la tarde y los 3 días siguientes los dedicamos básicamente a pasear por la ciudad, hacer compras y a seguir dejándonos sorprender por la fauna tokiota y por todo lo que la ciudad tiene para ofrecer.
Se suceden los edificios uno tras otro, con más de 15 alturas, los luminosos van despertando a medida que oscurece mientras se entrecruzan las calles con las autopistas y vías ferroviarias a distintas alturas en un caos perfectamente coreografiado.

PREMIO Y JUEGO LITERARIO


Hace un mes me enviaron este premio y entre unas cosas y otras no había encontrado el momento de subirlo al blog. He de decir que me encanta. Y pido disculpas por la tardanza.

Geno
y Ana también me han propuesto un curioso juego literario:

1. Coge el libro que tengas más cerca.
2. Ábrelo por la página 161.
3. Copia la 5ª frase completa.
4. Cita la frase en el blog.
5. Pásalo a otros 5 blogs.

Lamentándolo mucho incumpliré la 5ª, porque haciendo recuento ya han participado en el juego todos los blogs que frecuento. En cuanto al libro... lo más cercano es un cómic italiano al que me aficioné durante mi semestre florentino en el 2001, pero como sólo tiene 130 páginas habrá que levantarse de la mesa y buscar en la estantería. Aquí está y resulta, cuando menos, curiosa, ja, ja:


- "¡Me alegro! ¡Dile de mi parte que es un imbécil!"
(Palabras de Ron en la 7ª entrega de Harry Potter, que aún tengo sin empezar, aparcado hasta que me lea el que tengo ahora entre manos).

viernes, 26 de junio de 2009

ESTA CASA ES LA ONU (in-clasificable)

Anteayer, no recuerdo si fue A o B, se encontró a mamá quitándose el esmalte de las uñas.

- " ah, que casualidad, yo también necesito quitaesmaltes. ¿Me lo puedes prestar cuando termines?"
- "eh, umm, esteee... bueno, sabes? lo venden en el supermercado de enfrente"
- "ya, pero es que cuesta dinero"
- " : O "
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B tiene la enfermedad del sueño. El domingo se acostó a las 2 de la mañana y se levantó a las 3 de la tarde: seguía teniendo sueño.
En fin, es tan sólo para ir abriendo boca acerca de algo que me comentó mamá que ocurrió la semana pasada. A y B se fueron a clase por la mañana. Mamá y papá salieron a un recado y regresaron a casa cerca de la una. Al salir del ascensor casi les da un infarto, porque se encontraron en el suelo del descansillo un cuerpo. Al encender la luz se dieron cuenta de que era B, tirada en el suelo todo lo larga que es. ¿Quizás desmayada? Menudo susto. Al tocarla se levantó.
- "Dios!!! ¿Te pasa algo? ¿Te encuentras mal? "
- "¿Eh? Ah, no, es que al terminar la clase me vine a casa pero resulta que me dejé las llaves olvidadas esta mañana y estaba esperando que llegara alguien a abrirme. Y como tenía sueño me eché a dormir".

(Repito, todo lo larga que era, con la mochila al lado y LA CABEZA APOYADA EN EL FELPUDO). Mmmmm, que a gustito.... Mejor reposando en el felpudo que sobre el frío suelo, aunque sea donde toda la familia se limpia la porquería que subimos de la calle.

: O : O : O : O : O : O : O :O : O

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La semana que viene este blog se queda sin las historias de A y B(regresan a EEUU) pero quedan muchas historias en el tintero, material de archivo para unos cuantos relatos más.

domingo, 21 de junio de 2009

TOKYO (1)

Jueves, 21 Mayo.

Hora del desayuno en nuestro primer día de visita en Tokyo.
En recepción nos entregaron tickets para desayunar en 6 de los restaurantes del compeljo, así que decidimos ir al más cercano porque los otros están en las otras torres y nuestro guía nos espera a las 8.3o en el hall. Es un restaurante de comida rápida (aunque aquí ese concepto no tiene nada que ver con la comida basura) con una sección occidental, china y japonesa. No está mal.

Masaharu (Masa) nos espera sonriente para enseñarnos los encantos de esta increible ciudad. Tiene unos 45-50 años y habla bastante bien español con un curioso acento latino (está casado con una mexicana y su hijo está estudiando en una universidad madrileña). Nos entrega los planos de la ciudad y del metro y emprendemos camino al tan temido metro. Por lo que hemos leído, es un verdadero galimatías con numerosas líneas que pertenecen a distintas compañías privadas, de modo que para hacer un trasbordo de una a otra de distinta compañía hay que volver a pagar. En la maraña del plano las líneas de metro coexisten con las líneas del Japan Rail Pass (JR) , que equivale a nuestro "cercanías".

El hecho de que el metro esté siempre tan saturado se debe a que en una ciudad tan superpoblada es el medio de transporte ideal; además muchas personas no pueden comprarse un coche, no por falta de poder adquisitivo, sino porque es requisito indispensable tener plaza de aparcamiento. Sin plaza no hay coche, por mucho que tu cuenta bancaria esté llena de ceros.

Por nuestra estación para la línea Yamanote, la línea circular y la más cómoda para el turista ya que a través de ella se accede a casi todos los lugares de interés principales, lo cual es una suerte. Masa nos enseña a comprar los billetes en las máquinas expendedoras y a interpretar el mapa: se paga según la distancia a recorrer y en los grandes mapas de cada vestíbulo basta localizar la estación de destino y ver la tarifa que tiene (en la JR los nombres están en "romaji", el alfabeto "romanizado" , occidental, pero en las estaciones de metro sólo en japonés, así que nos orientaremos con el mapa bilingüe que tenemos o bien contrastando los kanjis). Se presiona la tecla de la tarifa y la del nº de personas, se echan las monedillas (la ranura es bastante ancha, así que se introducen casi "a mansalva").
Se "valida" el ticket en las máquinas a la entrada y se guarda hasta la salida para volver a meterlo (esta vez se lo "traga" la máquina). Este sistema se debe a que en caso de no entender la tarifa correspondiente se puede pagar por el trayecto más corto y en la estación de destino se introduce el ticket en unas máquinas donde se "recalcula" la tarifa, se echa el dinero que falta y ya nos sale el ticket "corregido" para meterlo en las máquinas al salir.

En fin, que es un sistema bastante intuitivo y de golpe se nos han quitado todos los agobios. Nos resulta fácil, así que tras este cursillo acelerado ya estamos listos para desplazarnos sin ayuda por el metro.

En el andén hay pantallas que indican el sentido del convoy y la hora de llegada, como en Europa, y dentro del vagón también hay paneles electrónicos que muestran el trayecto con los nombres de las estaciones, los enlaces, y el tiempo entre estaciones; nos llama la atención la regularidad: pinchando la foto para ampliarla se puede ver cómo la distancia entre estaciones se recorre "exactamente" de 2 en 2 minutos, exceptuando algunas en 3 min.


Afortunadamente, la hora punta está acabando de modo que los vagones no están tan atestados como se ve en los vídeos que circulan por internet. Gracias a Dios no hemos necesitado la ayuda de los "empujadores" de guante blanco. Masa nos cuenta que algunos asientos corridos se pliegan para que quepa más gente ( no sé de qué me sorprendo a estas alturas).

Las pantallas muestran también un "croquis" del tren, con los vagones numerados, indicando a la altura de qué vagones se pueden localizar las escaleras automáticas, normales y ascensores en el siguiente andén.

Por supuesto, la información se va alternando en japonés y en alfabeto occidental. Muy detallistas. Si hasta vimos el parte meteorológico del día!!
Los vagones van repletos de publicidad (de hecho, la ciudad entera parece un gran cartel publicitario). Casi nadie habla en el metro; el móvil siempre en modo "silencio" para no molestar, y cuando reciben o emiten una llamada, hablan cubriéndose la boca y hablando tan bajito que resulta imposible escucharles si estás a su lado. Muchos se entretienen leyendo, enviando e-mails (no sms, no) porque está tan extendido el uso de internet en el móvil que hasta van viendo la tele en el metro a través del móvil. Y otros muchos matan el tiempo durmiendo. Los japoneses siempre duermen donde pueden. Me moría de ganas de hacer fotos pero me daba bastante apuro, pero como otros lo hicieron antes por mí podéis comprobarlo en el blog de kirai.

Masa dice que la gente trabaja tanto y hasta tan tarde (es muy típico hacer horas extras en la jornada laboral, casi está mal visto que no se hagan) que la población duerme bastante poco, en general, así que por eso es tan frecuente ver gente dormida a cualquier hora y en cualquier lugar. Lo que no entiendo es cómo no se pasan de estación.

Vamos al distrito de Ikebukuro, al norte, a visitar un centro de prevención de accidentes y terremotos. Nos juntan con una visita escolar (¡cómo no!). Nos explican cómo actuar en caso de terremoto (nuestro hotel está preparado para soportar sacudidas a un nivel 8.3 de la escala Richter; semejante al que afectó a la región de Kanto en 1923, suponiendo un punto de inflexión en la mejora de los medios de prevención). La charla resulta ser muy instructiva. Absolutamente todos los edificios modernos (la mayoría, teniendo en cuenta que al ciudad quedó prácticamente arrasada tras los bombardeos de la 2ª Guerra Mundial) están construidos a prueba de terremotos, por eso se recomienda permanecer dentro de ellos (a diferencia de otros países, aquí se está más seguro dentro que fuera, expuesto a la caida de cascotes y cristales) o entrar en uno, o acudir a los puntos de evacuación de cada distrito. Recomiendan meterse bajo la mesa para no ser golpeado por los objetos que caen de los muebles; y eso es lo que hicimos : )

Sí, porque tras la charla nos hicieron entrar en grupos de 6 personas a una habitación para realizar un simulacro. Y allí pasamos, a la falsa cocina, a sentarnos a la mesa mientras fuera toda la chiquillería nos veía a través de la pantalla. Las sacudidas son fuertes; nos recomiendan que cuando cesen sigamos debajo de la mesa porque siempre regresa la onda rebotada en pocos segundos. Ha sido curioso sentirlo aunque espero no experimentarlo nunca en la vida real. Colgaría el vídeo que nos grabaron pero mi torpeza con la informática no me ha dado tregua.

Después pasamos a la zona de incendios, donde tras la charla pertinente nos espera otro simulacro: tras los estudiantes pasamos nosotros; hay un pasillo con puertas que dan a habitaciones en una especie de laberinto, así que se trata de encontrar la salida avanzando medio a gatas sin ver absolutamente nada a causa del humo. Nos hemos perdido 3 veces y ha pitado la alarma que indica que acabamos de morir asfixiados. Germán se abstiene de participar, así que nos cuenta que los chavales se han reido de lo lindo. No sé si me duelen más las piernas por andar en cuclillas o el orgullo : (

Antes de salir, una breve visita al baño me ofrece una curiosa sorpresa: delante de los lavabos hay un cartel donde nos explican la manera ideal de lavar nuestras manos a conciencia. No comment.

De vuelta al metro hasta Harajuku, donde visitaremos el santuario de Meiji-Jingu.


El santuario está situado en el parque de Yoyogui y tras pasar bajo la espectacular torii accedemos al recinto dando un pequeño paseo.


Fue construido en honor al emperador Meiji (desencadenante de la llamada "restauración Meiji" que acabó con el poder feudal), artífice de la modernización de Japón allá por el 1868. Se ponía fin al aislamiento del país y por ello el santuario inspira más devoción histórica y cultural que religiosa. Nuevas ofrendas de sake,


y de otro orígen totalmente inesperado: la Bourgogna francesa!!

En plena visita al santuario coincidimos con una belleza nipona que reclamó la atención de nuestra cámara de fotos.
Cambio de tercio: tras la tradición religiosa pasamos a conocer la casa más moderna de la urbe. Masa nos lleva a pasear por Takeshita dori, una conocida calle donde abundan las tiendas de ropa donde se "abastece" la fauna más moderna de la ciudad y donde la extravagancia campa a sus anchas.

Lástima que al ser un día de diario por la mañana no estaba en su máximo apogeo y al no ir solos tampoco pudimos entretenernos en cotillear un poco por las tiendas. Pero hay fauna realmente peculiar.


Y de allí pasamos al lujo más recalcitrante: existen en Tokyo dos Quintas Avenidas donde los yenes corren a cien por hora. Estamos en Omotesando, barrio pijo donde los haya, y para muestra, un botón.

Magníficos edificios para dar cabida a las últimas colecciones de los más elegantes. No falta nadie: Prada, Gucci, Carolina Herrera, Chanel, Armani... Es como estar paseando por los Campos Elíseos.
Y de vuelta a la tradición. Esta vez nos espera Asakusa, el primer barrio donde se abrieron los primeros cines con la restauración Meiji. Su principal atracción es el templo de Asakusa Kannon o de Senso-Ji consagrado a Kannon (diosa de la misericordia).

Tras cruzar la puerta (Kaminarimon= puerta del Trueno) se atraviesa la Nakamise-dori, una calle jalonada por decenas de puestos donde comprar recuerdos, artesanía o comida; uno podría perderse durante horas curioseando entre las estanterías y aún faltaría tiempo para abarcarlo todo.





Y después de una mañana tan ajetreada y tanto viaje en metro toca ser condescendiente con el estómago y darle un poco de tregua a los pies. Masa nos lleva a un restaurante donde por fin podremos degustar nuestra primera comida típicamente japonesa. No si antes inmortalizar el escaparate y los menús de plástico cuya perfección supera a veces la realidad. Son "calcados" a los que te sirven en el plato (adornos incluidos) y se han convertido en un must entre los turistas, que los compran como recuerdo del viaje (aunque sus precios no son precisamente populares).

En ese mismo escaparate me esperaba una curiosa sorpresa:


los Virkikis de mi infancia (aquí Monchichis) dando la bienvenida a los comensales entre los platos de sushi : )

Así que una vez dentro y contando con un anfitrión de lujo, nos disponemos a elegir menú.
Miso shiru (sopa de miso), arroz hervido (cómo no, preceptivo en cualquier menú) y maguro sashimi (sashimi de atún; la diferencia entre sushi y sashimi es que el sushi consta de pescado+arroz y el sashimi es sólo pescado crudo). Hasta la flor se come.

Baste decir que estaba todo buenísimo.

jueves, 18 de junio de 2009

ESTA CASA ES LA ONU (El género idiota)


Pues sí, A y B estuvieron el pasado puente en Barcelona.
Mamá les preguntó si les había gustado: no lo saben. No han visto la Sagrada Familia, ni el puerto, ni las casas de Gaudí, ni ...
"¿Qué habéis hecho entonces?"
"Ah, ir de compras a H&M y disfrutar de la playa"
Coger un avión el jueves a última hora de la tarde, regresar el sábado después de comer (B regresó el domingo a las 5 de la mañana porque salía más barato) y echar a perder un fin de semana en una ciudad como Barcelona... no tiene precio.

B, cariño, la opción más barata era irse de compras al H&M de la calle Preciados y disfrutar de las piscinas municipales de Madrid.

miércoles, 17 de junio de 2009

3º DIA (TOKYO)

Miércoles, 20 mayo 2009.

Tras la visita matinal, nos despedimos de Kyoto, preparados ya para coger el tren bala rumbo a Tokyo. Todo está perfectamente señalizado. El andén está protegido con barandillas de contención y las aberturas coinciden con milimétrica exactitud con las puertas del tren.

Los nº de vagón están indicados en las columnas y en el suelo, de modo que cada cual espera en el punto correcto y el acceso al tren es mucho más rápido.

El tren con cara de pato llega con la puntualidad esperada; apenas 2-3 minutos de parada y parte dirección Tokyo.
En realidad la velocidad de los trenes bala no es superior a la del AVE (comenzaron a funcionar en 1964, en eso sí nos llevan ventaja), pero la importancia no radica en la velocidad máxima sino en la media a lo largo del trayecto, de modo que apenas tengan que reducir en las curvas y se consiga una velocidad estable, algo en lo que sí destacan.
Mencion aparte merece la puntualidad, ya que ostentan el récord mundial y según los estudios más recientes se ha calculado que la media de retraso en los trenes bala japoneses es de ¡ 6 segundos!. Mientras esperábamos la llegada del nuestro pudimos comprobar que los trenes parten cada 5 minutos aproximadamente.

No es el tren ultramoderno que esperaba encontrar pero es tan espacioso que podríamos haber transportado las maletas con nosotros; Mineko exageró un poco pero ya no tiene remedio. Estoy convencida de que llegarán bien al hotel.


En el cuarto de baño la cisterna se vacía colocando la mano delante de un sensor. Mucho más higiénico.

Les encantan los sensores; hasta ahora sólo he encontrado un baño público con la grifería tradicional. También funcionan por sensor los dispensadores de jabón (siempre sale en forma de espuma).
A lo largo de todo el trayecto se suceden los campos de arroz junto a las vías. Todo es tan verde...

En las últimas paradas el vagón se ha ido llenando de "trajeados", hombres que trabajan a una hora de Tokyo y se desplazan en el tren bala. En una de las estaciones entra uno que se ha acomodado al otro lado del pasillo; tiene unos 35-40 años, se descalza y saca del maletín un enorme tomo de manga de unos 5 cm de grosor. Me parece estar viajando a Marte.


Nos aproximamos a Tokyo. Los edificios están exageradamente cerca de las vías, que discurren sobre pilares.
Tanto el tren como el metro se desplazan en alto entrecruzándose con las autopistas elevadas en un triplete viario más propio de una escena de Blade Runner que de una ciudad contemporánea.
Llegamos puntuales (aunque es algo que nunca pusimos en duda).
Salimos al hall de la estación de Shinagawa y nos encontramos una marea humana que nos intimida. A ver quién es el valiente que da el primer paso y se introduce en la riada para ver a dónde nos dejamos llevar : )
Gracias a Dios el hotel está justo enfrente de la estación, así que no tardamos en encontrarlo.

Se trata de un complejo formado por 4 torres de distinta categoría (la nuestra es la más cutrecilla). En las otras torres hay tiendas y restaurantes , es como dormir en un centro comercial. Un cartel informa sobre el acuario que comparte espacio con el complejo hotelero.
La habitación es pequeña y muy sencilla, apenas hay sitio entre la mesa, la butaca y la cama para dejar las maletas (porque en el armario sólo hay sitio para una). Me vienen a la cabeza los pisitos de 30 m que anunciaba nuestra ministra (en Tokyo su propuesta no hubiera desatado ninguna polémica).
Al menos es tranquilo, muy tranquilo.
El metro nos tiene algo preocupados; creo que va a ser dificilísimo aclararse con él. Y con tanta gente alrededor te sientes un poco hormiga. Hoy sí me siento Lost in Translation.

Bajamos a cenar. Hay un MacDonardo (adaptaciones lingüísticas japonesas) pero no hay ni un sólo letrero en inglés. Me sigue sorprendiendo que ni siquiera la gente joven lo hable. Mineko dice que es por vergüenza ???. No sé si concederle el beneficio de la duda. Hasta pedir una hamburguesa parace tarea difícil.
Cenamos en un italiano que hay en los bajos del complejo; la carta está en inglés y no tenemos energía como para hacer experimentos lingüisticos esta noche, así que nos tiramos de cabeza.
Resulta ser una excelente elección, aunque a estas alturas me pregunto si hay algo que hagan con desgana.
Caemos en la cama destrozados.

sábado, 13 de junio de 2009

LUCAS


Nuestro hurón toma un excelente pienso muy nutritivo pero de tanto en tanto le premiamos con algo de lo que encontramos por la nevera. Vale que hemos probado con cereales tipo Special K, tomates y demás fruslerías, vale que hemos mojado el dedo en horchata y se relamía que da gusto verlo.

Nos dejó los ojos como platos cuando rechupeteó los restos de cerveza que quedaban en el vaso. O el vino.

Lo de esta tarde ya ha sido muy fuerte.
A Lucas le gusta el gazpacho andaluz!!!

Voy a ver si hago de él un hurón de provecho y me lo contratan los de la guía Michelín.
¡¡Tiembla, Ratatouille!!

jueves, 11 de junio de 2009

ESTA CASA ES LA ONU ( inciso)


Un breve inciso para incorporar las novedades de este mes.
Acabo de hablar con mi madre por teléfono y, sencillamente, "tenía que contarlo".
Hay dos nuevas niñas (lo de niñas, a pesar de sus 21 años, es un aforismo en toda regla, lo reconozco) en su casa desde hace un par de semanas, con las que vivirán un mes.
Afortunadamente no estoy con ellos para vivirlo en primera persona, aunque reconozco que aportarían información muy sustanciosa a esta sección.


Norteamericanas, por cierto.


Incongruencia número 1.

Hace un par de fines de semana volvieron por separado a casa después de una noche de farra. La más trasnochadora olvidó las llaves, así que tuvo que llamar por el móvil a su compañera (que dormía plácidamente) para pedirle que cuando llegara bajara a abrirle el portal. Ni corta ni perezosa se baja a esperarla. Mi padre oye el ruido de la puerta y se levanta a ver qué pasa.
Baja en el ascensor y se encuentra a la moza en pijama de verano y descalza en el portal, esperando a que llegue su amiga. Gracias a Dios la convenció de que se subiera a esperar a la habitación, que cuando la otra llegara ya se preocuparía de avisarla al móvil para que bajara a abrirla.
(Tardó más de media hora en llegar).

Incongruencia número 2.

Preguntan que si pueden traer amigos a casa. Que en su país, en el apartamento que tienen alquilado en el campus, se reúnen todos a charlar día sí, día también.
Claro hijas mías, pero mejor nos vamos a un hotel o nos alquilamos un pisito todo el mes y mientras vosotras disponéis de la casa a vuestro antojo y así os quedáis charlando y riendo hasta las mil. Así no os molestamos. Faltaría más.
Y encima mi padre le suelta a mi madre que por qué no, que si se quedan en el salón no molestan tanto (duermen pared con pared).
De remate.


Incongruencia número 3.

Hoy (motivo de la llamada telefónica) les ofrece mi madre fruta para merendar. Aceptan con agrado y una de ellas "se pide" una naranja. Se queda mirándola, se dicen algo en inglés (mi madre de cuerpo presente; ainsss, la educación en los coj....) y se empiezan a reir. Mi madre pregunta si hay algún problema. Aclaración: es que no sabe pelarla. A la NIÑA, a sus 21 años, le pela la fruta su SANTA madre. Y mi "santa" ha tenido que hacerle hoy los honores. Total, para comerse un gajo y tirar el resto a la basura.
(Juro que yo he presenciado en más de una ocasión el sagrado proceso del "pelado" de más de una naranja. Acaban siendo "manuales" porque el juego del pulgar con el cuchillo es genéticamente incompatible con su raza. Doy fe).


Incongruencia número 4.

Hace una semana, regresando de otra noche de farra, llamaron al timbre porque no fueron capaces de abrir la puerta principal. Era la 1 de la mañana.
(Se me ocurre una maldad: tras una nochecita en un banco del parque seguro que habrían mostrado más interés en aprender la próxima vez.
Uyyy, mucho sorry, estaba tan profundamente dormida que ni escuché el timbreeeee.
¿A quién habré salido tan mala? Mis padres sí que son unos santos. ¿Me darían el cambiazo en el nido del hospital?).
Doy fe de nuevo de que la apertura de la puerta principal (al menos en casa de mis padres) presenta de nuevo incompatibilidad genética con la raza norteamericana. Insisto, lo he vivido no una, ni dos, sino tantas veces que ya he perdido la cuenta. ¿Parcialidad? ¿Comentario discriminatorio?
Respuesta: no sé, es posible.
Curiosamente a los franceses, alemanes, italianos, al croata y a la tailandesa no les pasó a nunca. ???


Habrá que llamar a un cerrajero y cambiar esa cerradura diabólica.


Ainsss, qué caprichosa es la genética : )

domingo, 7 de junio de 2009

3º DIA (kYOTO)

Bajamos las maletas a recepción antes de desayunar porque vienen a recogerlas a las 8:30 para trasladarlas directamente al hotel de Tokyo. Es más cómodo para el viaje en tren aunque lo malo es que llegarán mañana por la tarde, así que hemos echado en la mochila un par de camisetas, calcetines, el portatil y algo de ropa interior para mañana.

Repetimos restaurante para desayunar (nos gustó tanto que para qué cambiar). A las 8.30 nos esperan en recepción Jesús y Jerónimo para hacer un par de visitas y aprovechar la mañana antes de coger el tren a Tokyo.
Antes pasamos por la estación para dejar las mochilas en las taquillas. Hay cientos de taquillas repartidas por todas las estaciones de tren y de metro. Esta gente está en todo.

Decidimos coger un taxi para perder menos tiempo entre trayectos. Son increibles: el conductor abre las puertas automáticamente al subir y bajar, llevan corbata y guantes blancos, y los asientos van cubiertos con fundas como de crochet. Tanto en taxis modernos como en los más "cascados". Y no es una exclusiva de Kyoto; en Tokyo visten de manera algo más desenfadada y sólo algunos llevan guantes, pero se ven las mismas fundas y no hay ni un sólo taxista en vaqueros y camiseta. Por cierto, el conductor se sienta a la derecha.


Otra cosa que me llama la atención es la limpieza de los camiones. ¡Los camiones, por Dios!; lo normal es que estén llenitos de barro y polvo. Aquí no. Jamás he visto unos cromados más relucientes que éstos.
Llegamos al templo de Sanjusangen-do cuyo nombre hace referencia a los 33 sanjusan (espacios) que hay entre las columnas.


Dejamos los zapatos en las estanterías pues hay que entrar descalzos.


En su interior alberga1001 estatuas de Kannon, diosa budista de la misericordia, "la de los mil brazos", flanqueada por 500 imágenes más pequeñas de Kannon.



En realidad no hay 1000 brazos. El nº se calcula de acuerdo a la teoría según la cual 40 brazos equivalen a 1000 porque cada uno salva 25 mundos.
A la salida pasamos por la tienda: cientos de amuletos ante nuestros ojos (para tener suerte en un examen, como protección frente a enfermedades, accidentes en carretera, suerte en el trabajo...) ; los hay para todos los gustos.
Nos decantamos por un rosario budista para hombre.
Fuera me encuentro con algo curioso: una taquilla para paraguas. Después me las he ido encontrando por todas partes, ya que se usan los paraguas tanto en época de lluvias como en primavera y verano para protegerse del sol.


Cogemos de nuevo un taxi hasta Kiyomizu-dera. La empinada calle que conduce hasta el templo (calle de la Tetera) está repleta de tiendecitas de recuerdos, helados y dulces (cómo no!).

Hace un día radiante y el sol se muestra implacable con estos sufridos gayjines que avanzan entre la multitud de estudiantes uniformados.
Hemos visto muchos niños pequeños ir solos al colegio. Mineko nos comentó que es algo bastante frecuente (qué envidia).
Nos tropezamos con cientos de colegiales en visita escolar, como estos 2 días anteriores.

El templo es uno de los más famosos de la ciudad, de modo que es frecuente encontrárselo abarrotado de visitantes. Está encaramado en la ladera del monte ofreciendo unas preciosas vistas de la ciudad. Se asienta sobre una plataforma soportada por 139 columnas de madera de unos13 m de altura.



Este "templo del agua pura" fue durante mucho tiempo escenario de "saltos al vacío" ya que según la creencia popular, si tras saltar por el balcón se conseguía sobrevivir, se concedía un deseo (un precio demasiado alto que pagar). Así, se tiene constancia de más de 200 saltos (un 80% de los osados sobrevivieron gracias a ser parapetados por la frondosa vegetación). Afortunadamente hace años que se prohibió tan macabra costumbre.
Cuenta la leyenda que un monje de Nara rastreó el camino de un arroyo que había visto en sueños y encontró así una pequeña cascada en el monte Otowa donde construyó una ermita en honor de Kannon. Años después, un general a la caza de un venado fue amonestado por el monje, y arrepentido, decidió construir un templo en honor al agua pura de la cascada (el término mizu significa agua, y la terminación dera significa templo budista).
Bajamos hacia la fuente de los 3 caños (Otowa-no-taki) donde los visitantes beben este agua que dicen proporciona salud, longevidad y éxito en los estudios. Pero sólo debe tomarse agua de uno de los caños, ya que si se toma de los 3 el efecto será el contrario en castigo a la codicia.


La cola era interminable pero no estabamos dispuestos a rendirnos.
Como dato curioso, comentar que los cazos eran depositados dentro de un contenedor hasta que el siguiente visitante lo recogía: se trataba de un esterilizador por radiación UV. Sin comentarios.
Continuamos paseando en dirección norte y atravesamos uno de los barrios mejor conservados de la antigua Kyoto. Ha sobrevivido al incendio que en 1864 destruyó el 80% de la ciudad, a la 2ª Guerra Mundial y a la moderna expansión de la posguerra. Las calles escalonadas Ninnen-zaka y Sannen-zaka están llenas de encanto y de casitas de madera y pequeñas tiendas y casas de té. Sus nombres (pendiente de dos años y pendiente de 3 años) obedecen a la superstición que afirma que si se tropieza en Ninnen-zaka se tendrán 2 años de mala suerte y en Sannen-zaka, tres.
Más cables que estropean la vista. O no; forman ya parte del paisaje hasta el punto de pensar que la ciudad no sería lo mismo sin ellos.
Y regresamos a la estación con tiempo suficiente para hacer una comida rápida antes de emprender camino a Tokyo.