jueves, 30 de julio de 2009

NO TE ENTIENDO

Hay cosas en la vida difíciles de entender.
¿Qué nos empuja a adoptar convicciones que escapan a la lógica? ¿Por qué hay cosas que se catalogan como inaceptables sin más?

Leí anteayer un artículo en el periódico que me dejó estupefacta.
Sábado 25 de julio. Una mujer sufre un accidente de tráfico y es trasladada en helicóptero al hospital. Está grave; sufre hemorragia peritoneal severa y tiene afectados el bazo y el hígado. Pudo haber sobrevivido; o quizás no. Tampoco dió muchas opciones: murió por pérdida de sangre.
La mujer, de 61 años, firmó un documento de voluntades anticipadas por el cual rehusaba recibir transfusión alguna.
Era Testigo de Jehová.
Que Dios le acoja en su seno porque su familia ya no podrá hacerlo.

Perdóname, pero no te entiendo. Para mí es como un suicidio. Un acto consciente y voluntario.
Y lo considero un acto de egoísmo. Porque me parece egoísta hacer pasar ese mal trago a una familia, porque es egoísta despreciar el mayor de los regalos que puede hacer un ser humano (su sangre y sus órganos) y porque es egoísta hacia un personal sanitario que dedica todo su esfuerzo en salvar vidas.

Entre los argumentos que defienden su postura ninguno se sostiene.
Aluden que muchas personas han enfermado o muerto precisamente por rebicir una transfusión. ¿Incompatibildades que un error médico pasó por alto? ¿Contaminaciones? De acuerdo, pero si una transfusión fuese la única salida y fueses a morir de todas formas... ¿acaso no merece la pena arriesgarse? ¿quemar el último cartucho? No es excusa.
También esgrimen que en la Biblia se prohibe comer o beber sangre. Puestos a ser estrictamente literales y a interpretar al pie de la letra: no es lo mismo beber sangre que transfundirla. Comer, beber, implica una "absorción" enteral (oral e intestinal) mientras que la transfusión NO implica absorción (no se atraviesan membranas), sino que implica una administración "parenteral".
Diferencia aclarada.

¿Por qué se prohibieron las transfusiones de sangre entre los Testigos de Jehová a partir de 1945? Es un hecho que se practicaban desde el s. XVII. Si la organización de los T. de Jehová fue fundada allá por 1880, ... ¿acaso los Testigos que recibieron transfusiones a lo largo de esos 60 años cometieron pecado? ¿se les puede acusar de haber agraviado con ello a Dios?
Según tengo entendido, la transfusión se castiga con la expulsión (actitud que encuentro incompatible con un comportamiento piadoso, religioso y tolerante).
Al parecer las vacunaciones también estuvieron prohibidas desde 1931 hasta 1952 y los transplantes desde 1967 hasta 1980. ¿Acaso dejaron de ser motivo de agravio de la noche a la mañana? ¿Demuestra eso que durante cerca de 20 años estuvieron equivocados? (por cierto, en el caso de que un trasplante necesite suministro sanguíneo... ¿cómo se resuelve el conflicto?).

Curiosamente he descubierto que existe una Asociación para la Reforma en el Asunto de la Sangre. Solicita que "cese el fuerte control interno y que incluyan en sus estatutos el que sus miembros tengan libertad de elección en este asunto, para sí mismos y para sus hijos, sin que se ejerza ningún tipo de sanción".
Eso sí casa con una actitud religiosa, piadosa y tolerante.

Por último me pregunto.... ¿y si todo hubiera transcurrido de modo tan apremiante que no hubiesen llegado a tener conocimiento de esas últimas voluntades y la transfusión se hubiera llevado a cabo? Probablemente se estaría enfrentando a la expulsión de la organización en este preciso instante.
Pero estaría viva.
Estarías viva.
Insisto, no te entiendo.


domingo, 26 de julio de 2009

OKURIBITO


Despedidas. O cómo una película aparentemente sencilla y llena de tantos silencios puede estar tan cargada de emotividad.

No pretendo hacer ninguna crítica porque conozco mis límites, simplemente invito a todo aquel que lea estas líneas a que se deje "tentar" por la propuesta.

Daigo Kobayashi decide abandonar su profesión como violonchelista para dar un rumbo nuevo a su vida y regresa a su pueblo natal donde la casualidad le conduce a un trabajo que nadie en su entorno acepta. Amortajar a los muertos no es el trabajo soñado, pero Daigo encontrará en él un nuevo sentido a su vida.

Impecable dirección (Yojiro Takita) y un guión que dice mucho con pocas palabras. Mención especial merece la música (Joe Hisaishi, habitual en las películas de Miyazaki), algo en lo que no suelo reparar, como buena des-entedida cinematográfica. 131 minutos que saben a poco, porque a pesar de su ritmo cadencioso no se hace pesada en ningún momento. Buena fotografía (sí, también tiene algunos paisajes bonitos) y estupendas interpretaciones (sobre todo la del jefe de Daigo) que hilvanan otros pequeños dramas familiares (el abandono del hijo, la soledad del viudo, ...) a la historia principal. Imágenes cargadas de poesía con algún toque de humor y una sensibilidad extraordinaria para una película que ha conseguido 10 premios de la academia de cine japonesa y el Oscar 2009 a la mejor película de habla no inglesa.

El nokanshi es una ceremonia japonesa en la que se amortaja al fallecido en presencia de sus allegados. Se le lava, viste, peina y maquilla siguiendo un ritual sumamente respetuoso y delicado. Opino que le resta dramatismo y hasta le otorga cierta belleza a un momento tan doloroso. Le da a uno por pensar que, llegado el momento, le gustaría que le tratasen así.

En resumen, una película muy recomendable.

sábado, 25 de julio de 2009

PARECIDOS RAZONABLES

¿Soy la única a quien esta cara le resulta familiar?



¿Homenaje oculto, quizás?
Gran papel el de Tracy en "Adivina quien viene esta noche", secundado por otros dos grandes como Hepburn y Poitier.

TOKYO (4)

Nuestro último día en Tokyo regresamos a Eurobox por la mañana para comprar la pluma que le habíamos encargado. Ya podíamos seguir la visita.
Pero el día amenazaba lluvia de modo que nuestros planes de ir al parque a ver a los jóvenes otakus que se reúnen todos los domingos, se fue al traste. Tuvimos que conformarnos con un par de chicas vestidas de modo extravagante, pero ni punto de comparación.

A pesar de las nubes hacía calor. Desde finales de mayo hasta junio-julio es la época del monzón y según nos han contado el calor es insoportable debido al nivel tan alto de humedad. En agosto el calor es también asfixiante, así que hemos tenido suerte de que nuestra estancia se haya adelantado a las lluvias.
A lo largo del día hemos visto cómo aparecían como por arte de magia dispensadores de bolsas de plástico para proteger el paraguas dentro de las tiendas y no mojar nada, taquillas junto al acceso a los comercios para comprar sin el incómodo paraguas en las manos y muchos paraguas a la venta en tiendas de todo tipo (en la papelaría). La lluvia en Tokio nunca pilla desprevenido.
Menos mal que sólo han sido 4 gotas.

Pasamos junto a un local de pachinko y decidimos asomarnos. Hay verdaderos "enganchados" a este juego (equiparable a nuestras tragaperras aunque el sistema no es el mismo). Ni un puesto libre (y puedo asegurar que había decenas) y un ruido ensordecedor, mezcla del roce de las bolitas de las máquinas y de la música a todo volumen. No sé cómo pueden pasarse horas dentro; si todos lo locales son así esto destroza los nervios de cualquiera.

Más "vending machines", esta vez con "rincón del fumador" incluido. Si te apetece un pitillo ya puedes ir buscando un Smoking point porque la parada es obligada; nada de fumar mientras caminas.





De todas formas ya se encargan de recordártelo en cuanto miras al suelo. Hay distritos en los que está estrictamente prohibido fumar por la calle (en otros, simplemente está mal visto).


No entiendo que en la mayoría de los restaurantes y bares esté permitido fumar y en la calle te encuentres situaciones tan extremas como ésta.
De nuevo regresamos a la zona de Omotesando. Teníamos que visitar el Oriental Bazaar, una tienda de recuerdos (4 plantas) y artesanía con bastante calidad y buen gusto. Aparte de las típicas chucherías para turistas había regalos que merecían la pena y una sección de kimonos en el sótano que te dejaban con la boca abierta. Para bolsillos más modestos, yukatas a elegir para todos los gustos.
En la foto se ve con claridad las guías para invidentes que trazan en las calles. Una muy buena idea que deberíamos importar. Un solo pero: no hay ni un sólo banco ni papeleras en toda la ciudad (por el terrorismo, dicen; para evitar que depositen material explosivo).
Otra visita obligada: Kiddyland, una tienda de juguetes con 7 plantas. El paraíso de los niños (y no tan niños). Pensaba "adoptar" una Blythe pero al verlas de cerca me decepcionaron por la calidad del material (un precio excesivo para un plástico tan malo). Y regresamos a nuestra más tierna infancia disfrutando entre estanterías (nos recorrimos toooodas las plantas, lo confieso; bueno, sólo nos saltamos la de Snoopy).
Y de camino una simpática estampa en la entrada de Vuitton: un enorme peluche de Takashi Murakami dando la bienvenida a los clientes.

Es difícil no dejarse arrastrar por la fiebre consumista que invade Tokio; especialmente con lo que llama la atención el grado de especialización de sus comercios.
Como la tienda de juguetes que he mencionado o como Itoya, otra de mis favoritas que nos enganchó hasta el punto de recorrernos las 9 plantas enteritas para lo cual invertimos cerca de 2 horas (acabamos de pasar a engrosar la lista de frikis más extremos, lo sé). Se trata de una papelería con el mejor surtido que he visto en mi vida. Media planta dedicada en exclusiva a tarjetas de felicitación, cientos, formales, informales, de un gusto exquisito (curiosamente no tenían los tarjetones gigantes que se venden en España, debe de ser lo único que les falta).
Por no faltar, hasta material del uruguayo Jordi Labanda y Agatha Ruiz de la Prada.
Otra media planta de material para envolver regalos (algo "casi" tan importante en Japón como el regalo en sí). De hecho en otro comercio compré unos marcapáginas y al envolveros para regalo me preguntaron de qué color quería las pegatinas para cerrar y decorar la bolsita de papel y me dieron unos post it para que escribiera el nombre del destinatario y no confundir el regalo de cada cual.
Había pliegos de papel de todos los colores, estampados y acabados que se puedan imaginar, autóctonos como el washi e importados (Italia, Francia...), bolsas de papel, de tela, decenas de tiras para envolver y cientos de sellos para estampar dibujos o letras (les deben encantar, jamás vi un surtido tan enorme). Incluso miles de pegatinas. Expositores enteros.
Decenas de ¡¡recambios!! de bolis, cutters, tijeras...
Me hubiera traido un camión entero. Presiento que mi próxima visita a una papelería española me va a dejar mal sabor de boca. Comprar un boli nunca será lo mismo después de Itoya.
Y la reina indiscutible, por supuesto, Santa Hello Kitty (nadie la desbanca a pesar de estar a punto de convertirse en una cuarentona; en el país del manga todos le rinden pleitesía, desde Naruto a Pokemon, todos súbditos de la reina de los felinos).
Dos horas de visita. Se dice pronto.
Necesitamos un descanso. Entramos en un TexMex que está decorado con mucho gusto.
Lo sé, pecado mortal pero ¿qué queréis? Estaba a mano y el cansancio apremia. Al fin y al cabo han sido muy agradables y hemos comido bien.
Creo que en el local del fondo había una réplica del restaurante donde se grabó Kill Bill. Allí sí había comida japonesa... pero ya no hay marcha atrás.

domingo, 12 de julio de 2009

NUEVO MERCADO DE SAN MIGUEL

El Mercado de San Miguel, ubicado junto a la Plaza Mayor de Madrid, es el único ejemplar en hierro que ha sobrevivido a la modernización de la ciudad.

Fue inaugurado el 13 de mayo de 1916 ; su construcción corrió a cargo del arquitecto Alfonso Dubé y Diez y su coste ascendió a las 300.000 pesetas.
Anteriormente el solar fue ocupado por la iglesia de San Miguel de los Octoes (donde fuera bautizado Lope de Vega). Tras un devastador incendio que arrasó el lugar en 1790, se procedió a su rehabilitación pero tan penoso era su estado que se optó por su definitiva demolición. Corrían tiempos de Jose Bonaparte I y en la época imperaba el gusto por los espacios abiertos, de modo que el lugar se convertiría en una plaza pública donde se instaló con el tiempo el típico mercado abierto de tenderetes y cajones de madera, al parecer de considerables dimensiones pues en los escritos de la época se habla de 88 tenderetes y 28 cajones de madera.

La falta de higiene que reinaba en los mercados de la época ya fue referida en los artículos costumbristas de Mesonero Romanos, de modo que en 1835 se plantea la necesidad de idear un proyecto de reforma del que finalmente sólo llegaron a levantarse las portadas delanteras para al menos ocultar los cajones y el bullicio de la vista de los viandantes.
En 1870 el Ayuntamiento comienza a construir los primeros mercados cubiertos (inspirados en los mercados franceses) con estructura de hierro. Contaba por aquel entonces Madrid con 4 mercados: el de los Mostenses (1875), la Cebada (1875), Chamberí (1876) y La Paz (1882), de los que hoy en día tan sólo queda el recuerdo.

A pesar de la remodelación que en 1999 le devolvió parte de su antiguo esplendor, el mercado fue perdiendo la batalla a los centros comerciales y supermercados. Gracias a la iniciativa de un grupo de emprendedores que han creado la sociedad El Gastrónomo de San Miguel (actual dueña mayoritaria) , entre los que se encuentra Guillermo Fesser, ha sido rescatado del olvido y de una segura demolición.


Así, se pusieron en contacto con algunos comercios selectos españoles y también del extranjero, con el ánimo de crear un mercado Gourmet que le dota de nuevos aires, aunque algo alejados de la idea del tradicional mercado. Cierran el círculo con la organización de actividades sociales y culturales pretendiendo así ampliar la interacción con el barrio constituyendo un nuevo concepto de mercado moderno hasta ahora inexistente en Madrid.
En total, 34 puestos donde es posible saborear las bondades del jamón de Guijuelo, las delicias de la pastelería austríaca, las ostras de Normandía, los frutos secos de Can Gispert, la mejor pasta fresca de Italia o una buena Torta del Casar, entre otros.

Más allá de la compra, es posible la degustación "in situ", para lo cual se han situado estratégicamente 2 bares además del mostrador de "olorosos" o el de vinos y cava, donde puedes llevar tu reciente adquisición en bandeja para buscar el maridaje perfecto.
Curiosamente uno de los "puestos" que está gozando de mayor éxito es el de las ostras francesas. Y como lo ideal para opinar con imparcialidad es conocer de antemano el objeto del comentario, allá que nos fuimos los dos, a comprar 2 enormes ostras y a buscar después cobijo en el mostrador anexo, maridando con 2 copas de Juvé y Camps que vinieron acompañadas de una tapita de cerezas.

Un lujo para los sentidos.


Los casi 20 millones de € invertidos contrastan con aquellas 300.000 pesetas de la época.
Hoy cuelga en la puerta el letrero de Bien de Interés Cultural.
Los suelos de granito, la marquetería de roble y el cristal dan de nuevo la bienvenida a los madrileños.

Esperemos que por muchos años.

domingo, 5 de julio de 2009

TOKYO (3)

Sábado, 23 Mayo.

Hoy hemos quedado con J., un amigo de un amigo de Germán. Casado con una japonesa y residente en las afueras de Tokyo desde hace unos 3 años, se ha ofrecido a hacernos de cicerone con la excusa de organizar una ruta fotográfico-estilográfica a la que no he tenido más remedio que incorporarme :)
Da la casualidad de que le encantan la fotografía y las plumas, así que los dos están encantados de poder dar rienda suelta a su afición en una mañana puramente consumista.
Cogemos el metro para ir a su encuentro.
Me gusta esta foto porque refleja todos los tópicos del metro tokiota: el que duerme, el que juega con su móvil o ve la tele, el que lee, el "enmascarado" (o mejor debería decir "enmascarillado", si existiera la palabra) ... y porque es una prueba más del bombardeo publicitario al que se enfrentan todos los días los japoneses.

Más ejemplos en la siguiente foto. Cualquier hueco es perfecto para plantar una valla publicitaria o un cartel.


Una vez ubicada nuestra ruta:

nos mezclamos en silencio con el resto de pasajeros. Curioso. Frente a mis ojos un anuncio de Limon&Nada (from Spain, como reza el letrero).

claro que no será el único exponente ibérico que veremos, pues al salir del metro nos enteramos de que en Tokyo se puede comer paella:

¿Su calidad? ni idea; de momento prefiero limitarme a experimentar con la gastronomía nipona.
Presiento que se me va a hacer un pelín larga la mañana pero me alegro de que aproveche el viaje para comprar cosas que le gustan por un precio mucho menor y otras que no podría conseguir en España (sé la ilusión que le hacía esta parte del viaje).
Por fin conocemos a J. que ya nos tiene preparada la 1ª visita: una tiendecita de un vendedor de plumas y bolígrafos (además de ejemplares descatalogados y antiguos). Entro al edificio porque vamos acompañados y Japón es un referente en seguridad, pero a cualquiera le echaría atrás el asomarse al portal y encontrarse un ascensor de antes de la guerra y unos pasillos como éstos:

Es un edificio de apartamentos pero no parece que viva nadie, más bien tienen pinta de locales alquilados como oficinas, talleres de artesanos y artistas y alguna que otra tienda que no lo parece. La verdad es que es un poco siniestro, oscuro, deteriorado y lleno de estrechísimos pasillos.
La tienda es diminuta, llena de vitrinas (las pocas que caben) con cientos de plumas y cajas. Hace mucho calor. Dentro, el dueño y los 3 clientes que abarrotan (literalmente) el local, nos miran con cara extraña. La típica tienda que jamás descubrirías por tí solo, a menos que alguien te guíe. Es un caos perfectamente organizado porque es capaz de encontrar en segundos cualquier ejemplar que le pidas. Menos mal que el dueño habla inglés (porque el japonés de J. es muy limitado).
Los precios son más bajos que otros distribuidores "free-lance" que operan por Internet. Compramos una pluma Pilot que sólo se comercializa en Japón y preguntamos por otra que le interesa a Germán. No la tiene, pero puede conseguírnosla; el problema es que mañana es nuestro último día, pero el hombre se ofrece a tenerla mañana mismo en la tienda. ¿En domingo? Quedamos en regresar de nuevo al día siguiente.

Cambio de tercio. Ahora es el turno de las cámaras fotográficas. Mejor dicho, de los objetivos para la cámara que compramos hace unos meses. J. nos lleva a una de las áreas donde se venden los últimos (y no tan recientes) aparatos tecnológicos, parecido a Akihabara (el barrio más popular para comprar todo tipo de "gadgets" electrónicos).
Para no variar, a cada paso te tropiezas con carteles y neones que reclaman la atención (la nuestra no, claro, cualquiera entiende lo que está escrito).

Y me doy de bruces con un rincón que merece ser inmortalizado. En Japón abundan las "vending machines" donde puedes comprar casi cualquier cosa. Yo sólo he visto máquinas de bebidas (y una de corbatas en Kyoto, pero no pude sacarle foto) y poco más, pero hay algunas bastante curiosas. Esta es la típica de venta de merchandising de muñequitos, claro que mientras yo me encuentro con 2 ( a lo sumo 3) a la puerta del típico bar en España, lo que me encontré esta vez fue ésto:

Insisto, ésto sólo se ve en Japón : )


Bueno, tras visitar varias tiendas de la lista que trae J. nos decantamos por una muy mona donde venden material de 2ª mano. Ja!!! Nada que ver con la 2ª mano española. Nos cuenta que aquí a los ¡¡¡6 meses!!! es de lo más normal encontrar material usado a la venta, que ya se va quedando "medio" obsoleto. En perfectas condiciones, por supuesto, ¿qué tiempo le ha dado al anterior dueño de nuestro recién adquirido objetivo de usarlo? Ni un arañazo. Por supuesto con 1 año de garantía aún en vigor. Y casi a mitad de precio de lo que nos costaría en casa. Muy profesionales. Se lo han puesto a una cámara de la tienda para que pueda probarlo. Está libre de impuestos para los extranjeros, de modo que para impedir la picaresca y que algún visitante le haga el "favor" a un residente en la isla, te grapan el resguardo en el pasaporte, para entregarlo en Aduanas a la salida del país mostrando el artículo adquirido y asegurándose así que te lo llevas contigo.

J. nos lleva a comer tempura (exquisita) a un restaurante en la última planta de unos grandes almacenes (pertenece a la cadena Tunahachi). Nos piden que esperemos sentados en las sillas que hay delante de la puerta mientras preparan nuestra mesa. Como en la mayoría, pasas por delante de la cocina, abierta a una barra (a veces acristalada) para que veas constantemente trabajar a los cocineros. Les encanta porque así te demuestran que no tienen nada que esconder y que son muy profesionales. Es un restaurante tranquilo y la comida está estupenda. Pedimos sashimi, sopa y arroz. Muy bueno.


Siguiente visita obligada: el Museo Pilot. Sólo de interés para aficionados a la marca. Es muy pequeño pero está montado con mucho gusto. Frascos antiguos de tinta, todas las plumas desde la 1ª que se fabricó, plumines, videos explicativos del proceso de fabricación....

Y un curioso panel con granos de arroz sobre los que se ha escrito con ejemplares de la casa, orgulloso ejemplo de la perfección de trazo de sus plumines más finos (merece la pena ampliar la imagen).

Una pausa en la cafetería de la planta baja. Aquí son muy aficionados al café y al té (sobre todo té) a media mañana o media tarde (o a la hora que sea, me temo) y si es acompañado por un pastelillo, mejor que mejor. Es muy frecuente ver cola a la entrada de las cafeterías a la hora de la merienda. MUY frecuente. Tuvimos que descartar un par de sitios porque no nos apetecía esperar.


Y continuamos la marcha por Ginza. El barrio debe su nombre ("lugar de la plata") a la casa de la moneda que en 1962 ocupó estos terrenos. La entonces zona pantanosa comenzó a transformarse en una zona de comerciantes hasta que un incendio lo arrasó todo en 1872. (Al parecer el fuego siempre ha sido el punto débil de este país). Se empezó desde cero y fue un arquitecto inglés quien lo convirtió en lo que hoy es: una amplia zona comercial que se ha ido modernizando con los años y que acoge a alguno de los establecimientos más caros de Tokyo.
Siguiente parada: MARUZEN. Para amantes de la papelería. Uno de los comercios especializados donde aproveché para "perderme" por el lado opuesto de la planta de las plumas y dejarme fascinar por los papeles de carta, tarjetas de felicitación (un enoooorme y precioso surtido como no he visto en mi vida), sticks y otros artículos de papelería. Fue difícil elegir qué comprar; me lo hubiera llevado todo.


Y no podíamos irnos sin acercarnos en metro al famoso cruce de Shibuya, una de las intersecciones más famosas del mundo. Es el cruce donde pasan más peatones al día en todo el mundo (se dice que cerca de 1 millón al día), en cualquier dirección y con una habilidad innata para no tropezarse entre sí. Es como una verdadera colmena humana (el vídeo que grabamos es impresionante).

Me recuerda una curiosidad que leí sobre Shinjuku, la estación de metro más transitada de la ciudad: es tal la afluencia de pasajeros a lo largo del día que están barajando la posibilidad de aprovechar las pisadas para generar energía y satisfacer el consumo eléctrico de la estación. ¿Verdadero o falso? Por lo que a mí respecta, de ellos me creo ya cualquier cosa a estas alturas. Buena prueba del inmenso ajetreo es que tiene cerca de ¡¡60!! salidas.
En los alrededores del cruce hay un distrito comercial que es un referente entre los más jóvenes: una animada y moderna zona donde se dejan ver los más modernos, como las gyaru (con su característico bronceado artificial, perinados exagerados y sombra de ojos blanca) . Tiendas de ropa, de música, restaurantes, bares, clubs y hoteles del amor.

Pasamos por delante de la estatua de Hachiko, famosa por ser un punto de encuentro emblemático. Cuenta la historia que en los años 20 un profesor de la universidad tenía un perro de raza akita llamado Hachiko, que le acompañaba todas las mañanas hasta la estación de Shibuya e iba a esperarlo a la vuelta pero el profesor murió de un infarto en la universidad y nunca regresó a casa. Dicen que Hachiko acudió todos los días a esperarle hasta que falleció 10 años después. La historia conmovió tanto a los vecinos que decidieron colocar una pequeña estatua en honor al perro.

Nos despedimos ya de J. (pronto le veremos en Madrid, pues regresa a trabajar a la capital) y cenamos camino al hotel.
Olvidé comentar otro ejemplo más de lo detallistas que son los japoneses: en el hall principal del hotel, entre los ascensores, han colocado una mesita con un dispensador de alcohol para que nos desinfectemos bien las manos y reducir así la propagación de la gripe A (curioso teniendo en cuenta que los casos se contabilizan con los dedos de una mano, de momento; vamos, igualito que en España).
Ya en la habitación, un merecido descanso con un helado en la mano. He comprado el Hagen D. con sabor a té y un intenso color verde, por probar. Un sabor muy logrado, aunque no se encuentre entre mis favoritos.

miércoles, 1 de julio de 2009

¡¡ YA EMPIEZAN !!

ilustración: elle.es

Oficialmente hoy es el día de inicio, aunque con la crisis este año hemos visto más carteles que nunca anunciando ofertas antes de tiempo.
Y hoy veremos en el telediario las imágenes de los adictos absolutos, que hacen cola ante la puerta de los grandes almacenes, lanzándose a puñetazos y empujones entre la multitud.


Por cierto, que este dibujo me va como anillo al dedo, teniendo en cuenta que mi casa cada vez se parece más a una sucursal deKukuxumusu (ya he perdido la cuenta de las camisetas que tiene mi 50%, sin contar las tazas del desayuno, los pañuelos y desde la semana pasada, los vasos del kiosko).




Pues eso, que me voy a las rebajas, a ver si me han dejado algo.