martes, 27 de septiembre de 2011

IAGO, JACOBUS, JACOBO

Domingo 18 septiembre.

Lo sabía.
Presentía que el Santo iba a ser clemente con nosotros y no me equivoqué.
La lluviosa Compostela nos recibió con un cielo semidespejado; una tarde ideal para pasear por las callejas empedradas disfrutando de su magnífico casco histórico.
Lo primero, instalarnos en el hotel, inmejorable punto de partida para la visita pues se encuentra a 150 m de la catedral, y que por sí sólo ya constituye una joya.
El Hotel Monumento San Francisco está enclavado en el antiguo Convento de San Francisco, fundado en 1214 cuando San Francisco de Asís peregrinó a la ciudad.





Dicen que era uno de los conventos que mejor daba de comer a los peregrinos, según se cuenta en el "Pèlerinage d'un paysan picard", escrito por un sastre francés de la Picardía (Guillaume Manier) que peregrinó a Santiago y decidió, 10 años más tarde, reflejar su aventura en un libro de viajes. En el Convento le ofrecieron "buen pan, sopa y carne, además de chocolate".
También aquí, en 1520, el emperador Carlos I celebró Cortes Generales.





Por desgracia el convento original se derrumbó en el s. XVIII y hubo de ser recostruído, incluída su iglesia (de fachada barroca), apoyada sobre un costado del convento.






Comenzamos la visita camino de la Plaza del Obradoiro, donde nos recibe la magnífica estampa de la fachada de la Catedral, salpicada de líquenes centenarios que proporcionan esa peculiar tonalidad que sólo las piedras viejas tienen. Es allí mismo donde uno entiende que los peregrinos lloren al llegar al final de su camino, tras un esforzado viaje de semanas e incluso meses de duración.

Toca un alto en el camino, así que entramos en "Maria Castaña" (Rúa da Raíña, 19), una taberna medio vacía y tranquila donde poder disfrutar de una cerveza bien fría acompañada de unas buenísimas croquetas caseras (se había terminado el lacón a feira, lástima).
Un agradable paseo entre callejas y soportales nos lleva hasta la Quintana da Mortos.

Los pocos turistas que hay por la zona (increíble pasear por la ciudad con esta tranquilidad, no quiero imaginar cómo será el mes de agosto, especialmente si coincide con Año Santo) se fotografían ante una puerta, así que les imitamos. Al día siguiente, sentados en las escaleras de la Quintana leyendo la guía de viaje tranquilamente, nos enteramos de que era la famosa Puerta Santa. Oops...



Llegamos hasta la Plaza de la Inmaculada (o Praza da Acibecheria, haciendo referencia a los artesanos del azabache que vendían en la zona) y el imponente Monasterio de San Martiño Pinario (el mayor edificio religioso de España tras el Monasterio de El Escorial en Madrid).


Terminado el paseo y con ánimos de recomenzar la visita con mayor profundidad al día siguiente, regresamos al hotel a descansar y dar cuenta de una buena cena (deliciosos pimientos de Padrón, una de las mejores parrilladas de verdura que he probado nunca y una caldeirada de pescado al aceite de pimentón con un bacalao que se deshacía en la boca). Y es en este punto donde debo confirmar las palabras de Manier y dar fe de que, varios siglos después, en el convento se sigue comiendo de maravilla :)))

6 comentarios:

Bruno Taut dijo...

¿Y la Colegiata del Sar?

Welcome back,

BT

anele dijo...

Pues ya ves, nos quedaron muchas cosas pendientes, que nos negamos a ir contrarreloj y han sido demasiadas cosas que ver en 6 días. Pero así tenemos una excusa perfecta para regresar en otra ocasión.

Candela. dijo...

Me encanta Santiago. Tengo que llevar al guiri sí o sí.

Myriam dijo...

Qué buenos recuerdos me trae Santiago! :)

Inma dijo...

Estoy disfrutando como una loca con todo lo que cuentas. Es que galicia es increíble!
Sigo con el otro post.

anele dijo...

Ruth, esta la tienes más cerquita :)

Myriam, me alegro. Supongo que es una ciudad que siempre deja buenos recuerdos.

Inma, me alegro de que te guste mi "rollo-crónica", ja, ja.