domingo, 19 de agosto de 2012

FLORENCIA INUNDADA

Sorprende encontrar en Florencia unas curiosas placas como éstas:



Están por toda la ciudad, como testimonio de los desbordamientos del río Arno y para informar hasta qué altura llegaron las aguas; en algunas zonas de la ciudad fue sorprendentemente alta, como se aprecia en esta foto que me hice junto a una de ellas:

Y no una, sino 4 veces, llevándose por delante todo lo que encontraba a su paso: en 1333, en 1577, en 1844 y en 1966. 
Cierto que las nubes no avisan, como pude comprobar hace ya más de una década. El mes de abril apenas nos dió tregua y pronto aprendí a no salir de casa sin el paraguas aunque a primera hora de la mañana luciera un sol espléndido.  Recuerdo uno de esos días en que el cielo descargó con especial ferocidad y lo lamenté hasta el punto de tener que tirar unos zapatos que quedaron inservibles tras el tremendo aguacero que me sorprendió de vuelta a casa, empapada hasta el tuétano. Nada que ver, sin embargo, con los trágicos sucesos de aquellas fechas.
Las 4 crecidas fueron especialmente dañinas, pero las más recordadas son las 2 últimas, por ser las más cercanas en el tiempo. Cuentan las crónicas que la primera se llevó por delante todos los puentes. Si bien la del 3 de noviembre de  1844 fue dañina, se cobró menos víctimas por tratarse de un domingo al alba. En aquella ocasión las aguas alcanzaron el primer piso de las viviendas.

Sin duda, de la que más documentación existe, es de la gran inundación del 4 de noviembre de 1966.

Las incesantes y fuertes lluvias de los días previos a la tragedia contribuyeron a elevar el caudal del Arno hasta niveles preocupantes, aunque nadie imaginaba el fatal desenlace. Por desgracia los muros de contención no resistieron la presión. Las aguas invadieron la ciudad arrasando negocios, viviendas, cientos de joyas del patrimonio y algunas vidas humanas (17 según las fuentes oficiales y otras 17 en provincia, la mayoría ancianos), afortunadamente, menos de lo esperado gracias a que la crecida comenzó de madrugada y en día festivo. En algunas zonas de la provincia alcanzaron los 5 metros y medio.

Llueve con violencia sobre Florencia; a mediodía las autoridades anuncian que la situación está bajo control pero sugieren a la población que extreme la precaución. En el centro histórico todo está dispuesto para la celebración del día siguiente (aniversario de la victoria en la Primera Guerra Mundial): luce banderolas y estandartes engalanados con el lirio, símbolo de la urbe. La noche trae consigo más precipitaciones y el caudal comienza a despertar la desconfianza. Las noticias de la provincia preocupan, algunos afluentes y torrentes empiezan a dar problemas, ya hay familias en algunos pueblos que han tenido que refugiarse en los tejados y algunos tramos de ferrocarril y de la autopista comienzan a inundarse.
A las dos de la madrugada, un afluente se desborda anegando el parque de la Cascine y el hipódromo; tres horas después, temiendo lo peor (y gracias a un aviso telefónico), los joyeros del Ponte Vecchio acuden a poner a buen recaudo sus mercancías. A las 9 la catedral amanece rodeada de agua y a lo largo del día, las aguas continúan invadiendo otros barrios.


En estas 3 fotografías, tomadas en la misma esquina, se puede comprobar el avance de la crecida y el inicio de la retirada de las aguas: 





Todos se volcaron en las labores de limpieza: bomberos, ciudadanos, militares y cientos de voluntarios llegados desde otros países; 120 mil personas empeñadas en devolver a la ciudad su esplendor, concentrados en rescatar del lodo miles de ejemplares de la Biblioteca Nacional,



 más de 600 pinturas en tabla y lienzo, esculturas en madera... Se les bautizó como los "angeli del fango":


Una de las pérdidas artísticas más sentidas fue la del cristo de Cimabue, que quedó en un lamentable estado:




viernes, 17 de agosto de 2012

ARTÍSTICA FLORENCIA

Este tema daría mucho de sí, porque en Florencia se respira el arte no sólo en los museos, sino también en las calles (lo cual es una buena noticia para los presupuestos más ajustados).
Aparte de la archiconocida Accademia y su estrella indiscutible: el David de Miguel Ángel (armándose de paciencia para soportar las interminables colas) y de las Capillas Mediceas junto a la basílica de S. Lorenzo, es indispensable (para los amantes del arte en exclusiva) una visita a la Galleria degli Uffizi. La falta de tiempo obligaba a elegir y optamos por ésta.
Como las colas son también largas, aconsejo comprar las entradas por internet. Nosotros lo hicimos así y es tremendamente cómodo (cómo ha cambiado la Red la forma de viajar!!). Recomiendo b-ticket por ser la que yo utilicé; la página web es segura y es uno de los sitios oficiales (tendréis que registraros previamente), es sencilla (en italiano y en inglés) y nos informa incluso de las plazas que quedan en cada franja horaria. No recomendable para nerviosos que reserven con una escasa semana de antelación, ya que en nuestro caso el e-mail de confirmación llegó rápido, pero el segundo (con la referencia) para imprimir y entregar en taquilla, llegó a mi bandeja de entrada tan sólo 20 horas antes (con lo que me gusta a mí llevar esas cosas "atadas"..). Bueno, el caso es que pudimos entrar sin colas e incluso 15 min antes de la hora reservada. Un lujo.
No dejéis de asomaros a la terraza del bar al final de la visita para obtener otra perspectiva del Palazzo Vecchio y de la plaza della Signoria, incluso del Duomo:
Me apetecía verlo todo de nuevo, pero especialmente iba buscando 2 cuadros que me encantaron la vez anterior: uno no conseguí localizarlo, el otro me lo habían cambiado de lugar (con lo bonito que era entrar en la sala pequeñita y encontrarme de frente los ojos de Lucrezia y esos pliegues del vestido...):

Muchas salas cerradas por reforma y todo cambiado de sitio; aunque me alegro de las nuevas salas de pintura extranjera que han habilitado, donde encontramos algunos lienzos desconocidos pero preciosos. No sólo resulta interesante por la magnífica muestra de pintura sino porque ofrece estupendas vistas del Ponte Vecchio, así que no resulta extraño encontrar turistas agolpados junto a las ventanas del primer piso haciendo fotos como locos.
Los Uffizi se construyeron para albergar las oficinas de los magistrados y otros profesionales al servicio de la ciudad cuando el Palazzo Vecchio se quedó pequeño, y no sólo ofrece arte "bajo movimiento de tarjeta de crédito" (y bien que lo cobran, santa Madonna!!) sino que proporciona un interesante paseo escultórico en su loggia, en plena calle:

cada columna está engalanada con esculturas de los grandes hombres de las ciencias, de la literatura, de la política y del arte:
Boccaccio
Dante



Galileo, Maquiavelo, Petrarca, Leonardo, Donatello, Giotto, Miguel Ángel, Cósimo el Viejo, Vespucci, Cellini... hasta completar las 28 hornacinas. Y especialmente recomendable por la noche, cuando vacía de turistas y pintores, constituye un remanso de paz: sentarme en sus escaleras y abandonarme en las notas de alguna pieza clásica que salía de las manos del músico callejero de turno era uno de mis momentos favoritos; todo se inundaba de calma y sentía la ciudad más mía que a plena luz del día, cuando había que compatirla con centenares de turistas.

Muy cerquita, a la vuelta de la esquina, la Piazza della Signoria, otro museo al aire libre y corazón de la vida política y social florentina. Allí se impartía justicia y se acometían ejecuciones ejemplarizantes para la población (Savonarola fue colgado y quemado por hereje, como recuerda una placa), allí se quemaron libros (muchas de esas "hogueras de vanidad" fueron organizadas por Savonarola, invitando a los florentinos a quemar sus objetos de lujo, sus libros y sus cosméticos) y allí se celebraron juegos, bodas, festejos, ...
La campana del Palazzo Vecchio convocaba a la ciudadanía para asistir a las asambleas, les avisaba en caso de incendio y ataques enemigos.
La vida latía en la plaza.

Destaca la bellísima Loggia dei Lanzi (denominada así por ser el lugar donde acamparon los lanzichenecchi -una soldadesca mercenaria- en su camino a Roma y que originalmente tenía como función acojer las asambleas públicas)  y su granada colección de esculturas, muchas de las cuales hemos visto en nuestros libros escolares como el Rapto de las Sabinas, o mi favorito: Perseo con la cabeza de Medusa, que me sirvió de refugio tantas tardes de lluvia, testigo de miles de conversaciones intrascendentes en compañía de mi queridísima Alba, mientras observábamos el ambiente que bullía en la plaza.


El resto de la plaza contiene interesantes muestras escultóricas, siendo la estrella indiscutible el David de Miguel Ángel, por méritos propios. Lástima que esté condenado a no bajar de su pedestal... aunque se trara de una réplica cuyo original ya he comentado que se encuentra en la Accademia. Culpa de las vicisitudes del tiempo: fue alcanzado por un rayo allá por el 1512 y una revuelta popular contra los Médici le dejó sin brazo, así que se impuso un cambio de domicilio a un lugar más seguro, aunque eso tampoco le libró del ataque de un loco que en los 90 le machacó un dedo del pie con un martillo.

A su vera, la fuente de Neptuno, aunque las malas lenguas dicen que el pueblo lamentaba tremendo desperdicio del mármol (algunos atribuyen la frase a Miguel Ángel, que al pasar por delante suspiraba con pesar). Por cierto, detrás de él, otra placa de los Otto di Balia recuerda la prohibición de mojar pan en la fuente y ensuciarla.

En fin, que la ciudad entera proporciona suficientes muestras de arte gratuito: Dante frente a la Santa Croce, esculturas en los puentes que atraviesan el Arno, en las hornacinas de la iglesia de Orsanmichele (como ya comenté en otro post)... o símplemente, a la vuelta de la esquina :)

miércoles, 15 de agosto de 2012

AISLADOS

Un pequeño cambio de tercio para no saturar con los posts de mis vacaciones en Florencia...
Si pensamos en la raíz del vocablo, nos hundimos en su verdadero significado: una isla. Mientras medio mundo disfruta de sus vacaciones y el otro medio se resigna a prescindir de ellas, quien más y quien menos seguramente habrá fantaseado alguna vez con la posibilidad de "perderse" lejos del mundanal ruido y disfrutar de una calma total perdidos en alguna isla paradisíaca.
Y eso es lo que precisamente ofrece la empresa Vladi: alquileres de islas que, por desgracia, sólo están al alcance de los bolsillos más abultados. Aunque existe algún ejemplar que, por su cercanía, y si tenemos la fortuna de convencer a una decena de amigos dispuestos a darse un capricho, nos permitiría repartir gastos y sentirnos como pequeños Rockefeller por una semana.

Como isla del Burguillo en Ávila, donde por 2800 € semanales (equipada para 10 personas) se puede desconectar en 8000  m2.

Aunque podemos elegir enclaves en casi cualquir parte del mundo.
De cuento parece la casita de la Île de Chantemesle en el Sena, a 30 millas de París. Por unos 5500-8000 € semanales (según temporada) y espacio garantizado para 12 personas, nos permite disfrutar de frondosas zonas verdes a lo largo de 25 acres y de dos pequeñas villas, así como de su cancha de tenis, su piscina y sus paseos en barca. Y si nos resulta claustrofóbico, siempre podremos hacer excursiones por los pueblos de los alrededores.

Y ya puestos, no estaría mal viajar hasta una isla con una casita en Canadá, como dice la canción.

Y para los más pudientes, hay infinidad de islas en venta.
¿Alguien sabe si esta semana hay bote del Euromillones?

lunes, 13 de agosto de 2012

PALAZZO DAVANZATI

Como ya anticipé, este museo me gustó tanto que me apetecía dedicarle un post en exclusiva.
Es la sede del Museo dell'Antica Casa Fiorentina y muestra el modo de vida de una familia de la burguesía en la Italia renacentista.
Propiedad de una próspera familia de mercaderes, los Davizzi, toma su nombre de la tercera familia que lo habitó: los Davanzati, que ocupó el inmueble durante más de 2 siglos. Cuenta con valiosos ejemplares de pintura, mobiliario, cerámicas, bordados, objetos de uso doméstico...  que no son originales de la casa sino que fueron traídos desde distintas galerias y museos de la ciudad, para completar el atrezzo.

Su planta cuadrada se organiza en torno a un patio abierto al cielo (que permitía recoger las aguas de lluvia, además de ventilar y proporcionar luz), 


una transición entre las casas-torre medievales y los palacetes renacentistas más amplios y edificados en torno a un patio central,

en torno al cual se emplazan las distinas estancias: los salones y dormitorios en los 2 primeros pisos, la cocina en el tercero (para disipar mejor los olores y los humos y minimizar los daños en caso de incendio) y en el último las estancias del servicio (que no se visitan) y su característica terraza porticada (loggia) añadida posteriormente.
La pena es que no está muy organizado, ya que la guía nos acompaña piso por piso (dándonos tiempo para curiosear por cada uno pero sin permitir subir al siguiente sin que el grupo termine y nos acompañe al superior) y a falta de explicaciones (aunque responde con agrado a las dudas) hay que conformarse con los folletos explicativos de cada estancia (en italiano, inglés, francés y alemán), muy interesantes pero sumamente escuetos.
Las barras de madera que cuelgan de la fachada se utilizaban para colgar banderolas en las festividades y para colgar la ropa de cama a secar.

Un vano en el muro recorre los distintos pisos en vertical, permitiendo, a través del sistema de poleas, transportar el agua a cada una de las plantas desde el pozo de la planta baja, un auténtico lujo para la época (y un evidente alivio para el servicio, qué duda cabe). La foto no es muy buena pero es lo único que conseguí en la Red (estaba prohibido hacer fotografías):


Dicen que fue la primera vivienda que instaló cristaleras en las ventanas, que hasta entonces se cubrían colgando una impannata: lienzos empapados en aceite o trementina para darles mayor transparencia.
Curiosa la espectacular caja fuerte, cuya tapa constituye en sí misma una complicada cerradura:


Llaman la atención los frescos que decoran las paredes y que salieron a la luz al eliminar los tapices y lienzos que las cubrían cuando acometieron la restauración del edificio.


Era típico este tipo de ornamentos en las casas florentinas de la época:




al igual que los artesonados decorados:


En la sala del primer piso, que da a la fachada principal, todavía se conservan las 4 trampillas por las que se lanzaban piedras, bolas metálicas o aceite para frenar a los intrusos.
Afortunadamente la higiene personal comenzaba a cobrar fuerza en aquellos años, al menos entre las clases más pudientes, como atestiguan los numerosos cuartos de baño que posee la vivienda: nada menos que 2 por planta. Consistían en pequeñísimas estancias dentro del dormitorio, separadas por un arco, y contaban con retrete (una bancada con un agujero que cubrían con una tapa de madera) y una amplia bandeja en el suelo donde se recogían las aguas de los lavados (a modo de rudimentaria ducha).

En la sala de costura se muestran las ruecas, agujas y otros aparejos para telar, así como una bonita colección de encajes:

Los dormitorios, amplísimos, estaban ricamente decorados en paredes y techos:


Y sorprendente resulta la cocina, repleta de instrumentos de todo tipo, entre los que destaca la  máquina para hacer pasta (en la pared, a la derecha de la chimenea) y el curiosísimo sistema de poleas con pesas (pegado a la chimenea) que permitia la rotación constante del asado sin necesidad de tener a un sirviente dándole a la manivela:


De modo que si algún día os pasáis por Florencia, no dudéis en hacerle un hueco en vuestro horario a este interesante museo.


Fotografías: NicolóP. (flickr), catcetera (flickr), trivago.

viernes, 10 de agosto de 2012

FLORENCIA BURGUESA

Viendo los palazzi florentinos uno se da cuenta del pasado glorioso que tuvo la urbe y se sospecha el peso político que pudo ostentar en el medievo. Edificios recios, discretos pero contundentes y multitud de edificios nobiliarios de proporciones nada discretas.

Siempre hubo clases, y si comenzamos la casa por el tejado, ahí tenemos a los Médici en la punta del vértice. Su primer palacio (antes de subir como la espuma en la escala política) fue el de Medici-Riccardi construido para Cosme el Viejo en 1445, austero en sus formas (de acuerdo con el gusto renacentista), robusto y con el típico almohadillado en la fachada: símbolo de riqueza por la dificultad de su elaboración y su coste.
 En 1659 vendieron el inmueble a los Riccardi (que lo ampliaron y reformaron). Hoy es sede del gobierno provincial y del museo homónimo.

Las antiguas villas que los romanos construían como segunda residencia en el campo volvieron a ponerse de moda con los Médici, que se construyeron suntuosas residencias en las afueras de la ciudad, ampliando así considerablemente su patrimonio inmobiliario.

A mitad del Quattrocento, el banquero Pitti (amigo de Cosme el Viejo) encarga la edificación de un nuevo palazzo en el Oltrarno (literalmente, más allá del del Arno) que compita en grandiosidad con el Medici-Riccardi, adquiriendo también varias casas vecinas con el propósito de construir una enorma plaza que diese acceso al edificio.
Pero no consigue superarlo en tamaño y quedó inacabado por problemas financieros.
Y allí se instaló el granduque de la Toscana Cosme I en 1550 por expreso deseo de su esposa, Eleonora de Toledo, que deseaba una morada más regia y acorde con su condición.

Se amplió y se construyó el famoso corredor que les conectaba con el Palazzo Vecchio, atravesando los Uffizi y pasando por encima del Ponte Vechhio: el Corridoio Vasariano (construido por el arquitecto Giorgio Vasari).
De esta forma se podía desplazar con mayor seguridad y sin necesidad de escolta entre su trabajo en el palacio del gobierno y su casa, al tiempo que proporcionaba una vía de fuga en caso de revueltas. Y me encanta el modo tan "sutil" con que prohibió que el mercado de carnes que albergaba en aquella época el Ponte Vecchio finalizara su actividad: los malos olores molestaban al Duque al pasar, y en su lugar ordenó trasladar a los orfebres, que continúan vendiendo sus mercancías a día de hoy. Y al tiempo, para amenizar sus trayectos, decoró las paredes con decenas de cuadros de su colección: el recorrido, de 1 km, se puede visitar previa reserva, constituyendo en sí mismo una auténtica galería de arte.
Hubo un escollo que salvar al acercarse a la torre Manelli (construida para defender el puente) ya que la familia propietaria se negó a derribarla, de modo que hubo que bordearla:

Tras pasar el puente pasa junto a la iglesia de Santa Felicitá, con acceso directo a una balconada que se asoma hacia el interior del templo y desde la que la familia asistía a las celebraciones eucarísticas.
Cuanto menor contacto con la plebe, mejor.
Aquí se aprecia bastante bien el recorrido del Corridoio.
Hoy en día el Palazzo Pitti alberga la impresionante colección particular de la familia Médici en sus diversas galerías de arte y museo: la del Traje, de la Plata, los apartamentos ducales, ... y sus magníficos jardines (anfiteatro incluído donde agasajaban a la corte florentina con representaciones estivales).
Napoleón la convertiría en su residencia durante la ocupación de Italia.

Otro palacio a destacar es el Palazzo Strozzi:

La familia Strozzi fue exiliada por su oposición a los Médici pero, gracias a la fortuna amasada en la banca por Filippo Strozzi en Nápoles, regresaron 3 décadas después dispuestos a enfrentarse a sus rivales.
Durante años compraron y derribaron casas (15 en total) con la idea de construir el mayor palacio visto en la ciudad, superando en tamaño al de sus "enemigos": el anteriormente mencionado Médici-Riccardi (palacio que, visto lo visto, levantaba grandes suspicacias). Las dificultades económicas perpetuaron los trabajos a lo largo de 50 años, hasta que finalmente remataron el proyecto. Ni Filippo llegó a verlo ni la familia disfrutó de él, ya que Cosme I lo confiscó, para devolverlo 30 años después.


De su exterior destacan la bancada de piedra que recorre todo su perímetro y las portaantorchas y portabanderas en forma de dragón, junto a las enormes anillas para enganchar a los caballos(muchísimas más por toda la ciudad):

Como nota curiosa, otra placa de los Otto di Balia (de los que ya hablé en este post) recuerda la prohibición de vender frutas en la Plazza Strozzi, ya que los desperdicios generados molestaban a la familia.

Otro palacio imponente es el Spini-Feroni, actual sede de Salvatore Ferragamo (desde 1938), que en sus orígenes fue el más grande de Florencia. Inicialmente habitado por los Spini, vendieron la mitad al marqués de Feroni (de humilde cuna, que amasó fortuna gracias a -cómo no- la banca, pasando a formar parte de la política civil) para finalemente terminar por completo en manos de Feroni.

Y para terminar, un agradable descubrimiento: el palazzo Davanzati. Un museo que ya me quedé con muchas ganas de visitar entonces (increíble no haberme pasado por allí a lo largo de aquellos 6 meses) y que no pensaba dejar escapar en este viaje relámpago.
Alberga el Museo de la Casa Antigua Florentina y aunque no es muy conocido entre los turistas (especialmente para ese turismo de masas de consumo rápido) es altamente recomendable; muestra cómo vivía una familia burguesa de la época. Y no es caro.
Pero como me gustó tanto, creo que le voy a dedicar un post a él solito :))